La noticia del cierre de Granfort es un golpe tremendo al tejido productivo local. La situación venía coleando desde hacía algunos años, a pesar del buen hacer de los trabajadores y trabajadoras, que en todo momento se adaptaron y negociaron las distintas opciones que se les planteaba, algo que, finalmente, no ha servido para impedir el cierre de la empresa.
Lo verdaderamente duro es que 250 personas más van a engrosar las listas del paro, a pesar de haber realizado su labor lo mejor posible. Por lo tanto, la responsabilidad no recae en los trabajadores, sino en los gestores.
Cambios de dirección, accionariado no especializado en el sector y un sinfín de decisiones enfocadas a maximizar beneficios como único objetivo, han conducido al naufragio actual.
Pero también ha ayudado el sector financiero, que ha asfixiado a las empresas al frenar en seco la concesión de créditos a pesar de que los gobiernos no han hecho más que inyectar dinero público en estas entidades para sanear sus nefastas cuentas. Aun así, tampoco hay que olvidar la política nacional, regional y local llevada a cabo por PP y PSOE, basada en la austeridad y en los recortes brutales, que han cercenado la capacidad adquisitiva de los trabajadores y trabajadoras de este país, impidiendo así el mantenimiento del mercado interno.
España y la Región de Murcia han abandonado a los yeclanos y yeclanas a su suerte. El Gobierno local sigue sin responder y sin rechistar. Mientras tanto, el barco se hunde.